sábado, 13 de noviembre de 2010

El lector, Bernhard Schlink


El pasado 3 de noviembre volvimos a encontrarnos en el instituto para hablar sobre una novela, en esta ocasión El lector de Bernhard Schlink. A pesar de ser una obra relativamente breve, nada más comenzar la tertulia se vio que encerraba una gran complejidad temática, sobre todo de asuntos éticos. Una y otra vez los participantes en la charla se veían retados, provocados para analizar sus sentimientos más íntimos a la luz de las reacciones y actos de los protagonistas de la novela, y lo cierto es que no siempre resultaba fácil saber cómo hubiéramos reaccionado ante las situaciones que habían vivido Michael y Hanna.

La tertulia contó con una asistencia masiva por parte del alumnado, y no solo nos parece que fue un éxito por la cantidad de participantes, sino sobre todo por la calidad que le dieron a la charla con sus comentarios. Fue muy gratificante comprobar la seguridad con la que nuestros alumnos y alumnas de bachiller eran capaces de manifestar sus opiniones: vimos cómo se establecían debates vivísimos ante los que los profesores y profesoras asumimos el papel de testigos o moderadores, porque fueron los contertulios más jóvenes los verdaderos protagonistas del encuentro. También fue una alegría contar con la participación de algunas madres de alumnos, cuya presencia redondeó la actividad.
Y tras la conversación formal, siguieron otros corrillos más informales en los que se seguía comentando este o aquel aspecto de la novela mientras se compartía una cena temprana.

Muchos fueron los que, al terminar, ya se interesaban por la siguiente tertulia. Por eso hemos decidido no demorar más el anuncio de la obra que comentaremos la próxima vez: será El barón rampante, de Italo Calvino, una novela con una visión muy particular sobre las guerras napoleónicas. Y estamos seguros de que, una vez más, será una experiencia enriquecedora y gratísima.

jueves, 14 de octubre de 2010

José María Millares


El pasado 5 de octubre se falló el Premio Nacional de Poesía, que se otorga anualmente a un libro publicado durante el año anterior por algún poeta español, a lo largo de su historia este premio lo han recibido escritores tan conocidos como Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Emilio Prados o José Hierro. Este año se da la peculiaridad que el autor ganador es un poeta, José María Millares Sall, que falleció en septiembre de 2009. No era un poeta muy conocido, por el hecho de no pertenecer claramente a alguna de las generaciones poéticas del siglo XX. Nació en 1921 en Las Palmas y desarrolló una poesía muy intimista y contemplativa de la circunstancia inmediata que le rodeaba. Su primer libro "Liverpool" se reeditó en 2008 por la editorial Calambur, en esta misma editorial publicó el libro premiado ahora "Cuadernos 2000-2009". También publicó el año pasado, justo después de su muerte el libro "Esta luz que nos quema" (Ed. Barataria). Del que dejamos un poema que acerca la felicidad al umbral de nuestra puerta:




Al
caer la tarde
las macetas se sentaban en el patio
sobre la sombra tibia de la hierba y escuchábamos
cómo el viento nos leía historias de otras
páginas y vidas ya pasadas
y versos que se escuchaban salir de los establos
y hasta nosotros llegaba con el calor
de los animales
que ya se adormecían
y cómo entre las piedras redondas de la luna
ramas de luces crecían con ese olor
a orégano y pasto
que hasta nuestros ensueños crecían
y callábamos juntos sin decirnos qué cosa
era esa dulzura que por la sangre
nos hacía en este silencio
estar
más unidos.


José María Millares Sall

domingo, 12 de septiembre de 2010

señales de humo


Por septiembre, los regresos tienen esa elasticidad borrosa de aquéllo que se ve venir desde lejos mirando desde un lugar tranquilo. Así llegan las nuevas ideas y las bienvenidas, revoloteando por el césped calmado del agosto, invitando a releer eso que llamaremos realidad y encuentro. Un placer reencontraros este nuevo curso, os invitamos a leer este poema:


Por septiembre

se te llenan de sótanos los labios

y es relativo el cielo

después de haberte visto preguntarle a la vida.

Pero también el cielo,

arrugado y preciso

como tu cazadora adolescente,

quiere estar entreabierto,

brillar recién amado,

descansando en la hierba

el peso de su larga cabellera de nubes.


Por septiembre

se te llenan de humo los síes en la boca.



Luis García Montero, Diario cómplice


Imagen de Sandra Botani

lunes, 21 de junio de 2010

una despedida tierna, JOSÉ SARAMAGO


José Saramago (Alzinhaga 1922, Lanzarote 2010) murió el pasado viernes después de desayunar y de tener una conversación calmada con su mujer, Pilar del Río. Así llegaba él a todas las cosas, con calma y sin ruido, como dejan su marca las huellas más profundas.
Porque sólo marcha despacio aquél que concibe cada acto de la vida como la formulación de un pensamiento. Saramago vivía pensando, escribía pensando. Escéptico por ello, al mismo tiempo que fino en el análisis de la realidad. Su escritura se adentra con pausa en la conciencia lectora del que se acerca a su obra, que es recibido como aquél que se aproxima a una hoguera a escuchar una historia.
Siempre investigando en las profundidades de la conciencia humana, Todos los nombres, por ejemplo es un análisis delicadísimo de todas las puertas que puede evocar el oído de un nombre. Caín, su última novela habla de los desentendimientos de los humanos con los dioses (sus sueños, sus esperanzas...), y entre medias encontramos novelas muy alabadas por la crítica como Ensayo sobre la ceguera o Memorial del convento.
Esa investigación en las entrañas humanas era una forma de configurar su propia personalidad, es decir su forma de convivir con el mundo, como bien describen estas palabras que pronunció al recibir el Nobel de literatura en 1998:
En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no sería la persona que hoy soy, sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser.

domingo, 28 de marzo de 2010

José Ángel García Caballero, premio Surcos de Poesía


El pasado viernes, el profesor de nuestro instituto y poeta José Ángel García Caballero, recibió el premio Surcos de Poesía, del que resultó ganador en su XIII edición. La obra que mereció tal reconocimiento es su poemario Llaves olvidadas.
La poesía de José Ángel encuentra su voz lírica en la realidad cotidiana, en la que él descubre una belleza profunda e íntima, tocada de una cierta melancolía. La calles de la ciudad, una taza de café, o el propio discurrir del tiempo ceñido a los ciclos del curso escolar, son la materia de la que se nutre una poesía elegante y honda, serenamente sentida, levantada sobre símbolos y enriquecida con las evocaciones múltiples de las sinestesias... He aquí una muestra.

AULA CERRADA

Las sillas, los pupitres, la ventana

que nunca cerró bien, el aire quieto

que quiso, vagamente, ser recuerdo,

las hojas descuidadas, la pizarra

ya limpia, la escalera de palabras

subiendo, lentamente, hacia un tiempo

de dudas y cristales de deseo,

presienten lo que esconde la garganta:

la exacta matemática que agota

la arena vertical de los relojes,

a cambio de esta luz intensa y roja

que aprende de la pérdida y desoye

el dogma cegador de la demora.

Extraña la sintaxis, como entonces.


sábado, 20 de marzo de 2010

in memoriam: miguel delibes


"Ninguno de los dos era sincero pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Pero las más de las veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad. Yo buscaba en la cabeza temas de conversación que pudieran interesarla, pero me sucedía lo mismo que ante el lienzo en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, mayor ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de costumbre, caminábamos cogidos de la mano: ¿Qué vamos a decirnos? Me siento feliz así, respondió ella."

Miguel Delibes: Señora de rojo sobre fondo gris.

El 12 de marzo se nos fue Miguel Delibes. En silencio. Sin palabras. Desde 2005 no había vuelto a publicar ningún libro pero, en realidad, la muerte en 1974 de esa mujer con la que le bastaba "mirarse y saberse" le había sumido en un profundo silencio del que pudo salir solo esporádicamente.

Fue seguramente el último de los grandes escritores españoles del s.XX y de los más generosos en cuanto a producción. Si queréis acercaros a su obra os recomendamos Cinco horas con Mario, Los santos inocentes, El camino o El hereje, novela con la que, prácticamente, cerró su trayectoria.

Leer a Delibes es asomarse a las vidas concretas y reales de gentes normales que se ven envueltas en peripecias cotidianas, pero que gracias al genio del escritor, se convierten en visiones transcendentes de lo que nos rodea.

lunes, 1 de marzo de 2010

Miguel Hernández



Es de esos poetas conocido por todos. Su muerte apresurada por los primeros latigazos del franquismo y su verso convertido en canción por tantos músicos (como Víctor Jara, Paco Ibañez, Serrat...) han dado, quizás, a su persona esa cercanía de los iconos queridos o la conversación acompañada. Pero además de la peculiaridad de su historia, en sus versos encontramos la voz de un buen poeta; con la irregularidad, es cierto, de un joven veinteañero (recordemos que muere con 31 años), aunque también con vestigios de una escritura asentada sobre pasos cada vez más maduros. Una voz que conformaba un universo poético cada vez más personal, donde la vivencia íntima de la tragedia no desomboca en panfleto sino en conmoción construida con inteligencia. De su último libro publicado (El hombre acecha) es este poema, conocido gracias a la canción que hizo Serrat, apropiado en estos inicios de marzo donde se pulsa el alejamiento del frío y la vislumbre de la energía. Valga este post como homenaje, este año donde commemoramos en centanario de su nacimiento.






EL HERIDO




II



Para la libertad sangro, lucho, pervivo.


Para la libertad, mis ojos y mis manos,


como un árbol carnal, generoso y cautivo,


doy a los cirujanos.



Para la libertad siento más corazones


que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,


y entro en los hospitales, y entro en los algodones


como en las azucenas.



Para la libertad me desprendo a balazos


de los que han revolcado su estatua por el lodo.


Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,


de mi casa, de todo.



Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,


ella pondrá dos piedras de futura mirada


y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan


en la carne talada.



Retoñarán aladas de savia sin otoño


reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.


Porque soy como el árbol talado, que retoño:


porque aún tengo la vida.




jueves, 18 de febrero de 2010

in memoriam



Jerome David Salinger

Nueva York, 1 de enero de 1919- Cornish, New Hampshire, 27 de enero de 2010.

Escritor estadounidense conocido principalmente por su novela El guardián entre el centeno que se convirtió en un clásico de la literatura moderna estadounidense casi desde el mismo momento de su publicación, en 1951.


El autor falleció a los 91 años de causas naturales.


El guardián entre el centeno fue su primera novela corta y se hizo muy popular entre los críticos y jóvenes. La historia la narra, en primera persona, Holden Caulfield un adolescente rebelde, inadaptado e inmaduro, pero de gran perspicacia. Se dice de la novela que es la única que ha sabido captar lo que es la adolescencia con todas sus contradicciones.